- Ajooo. Ajooooo. Colorado el ajo. un peso las cinco. Barato el ajo.
Las mismas palabras, la misma vereda, a la misma hora.-
Los vaqueros más raidos y flojos, un poco más desteñida la remera; más encorvado, más arrugas, el andar más lento, pero igual, todo sigue igual. Apoyo mis manos sobre los pies que descansan en el escalón de la puerta de mi casa. En realidad la casa de mis hermanas, aunque ellas tienen la suya propia. Yo nunca me casé. Viví catorce años con Rafael: bohemio, borracho, me pegaba, pero lo amaba.
Por él me enojé con mi familia. La verdad es que no es mi verdadera familia. Me adoptaron. Me enteré cuando se mató Rafael haciendo trámites en el registro civil, saltó mi partida de nacimiento con el nombre de mi verdadera madre.
Aunque no me afectó para nada. Ellos me criaron con mimos, vacaciones, con la mejor ropa. Aprendí piano, baile español y clásico. Me recibí de profesora de historia, pero nunca pude enseñar. La mala suerte fue que mamá murió cuando cumplí 14 y después papá se volvió a casar con esa mujer que, no era mala, buena tampoco y no paso mucho...
mi viejo también me dejó.
Pensar que, desde siempre me siento, miro los paraísos, algunos muy viejos, los álamos altísimos. Cuando chica pensaba que sus Ramas más altas traspasaban las nubes, para meterse en el cielo, imaginándome que yo, sentada en las puntas vería un mundo más arriba que este, lleno de rascacielos, plazas con chicos que volaban de árbol en árbol, rodeados de flores de todos los colores. Después me entristecía por la imposibilidad de subirme a la rama y no poder ver esa maravilla. Me pasaba tardes enteras, mientras los chicos jugaban a la mancha, al vigiladrón, a la rayuela, siguiendo embelezada al itinerario de hormigas labradoras, cuidando que nadie las pisara, o me distraía el canto de un pájaro. Cuantas veces lagrimié con el rojovioleta del poniente, observando el bajar lento de la noche que se adueñaba del horizonte. Ahora sé del porqué de esa tristeza: significaba la muerte del día, nunca más otro igual.
Mientras pienso en ir a calentar el agua para el mate, pasa don Froilán con su bolsita de pan y la gorra negra. Se cruza con la Pelada. Seguro que rezongan por la jubilación y los remedios, el médico y los problemas del PAMI. Algo cambió, antes la gente hablaba del tiempo, ahora...bueno no se de que hablan. Todo esta tan mal. Me acuerdo que toda la vida, la Pelada me contó que le quemaron el pelo con una permanente. Pero la verdad -según dicen- nació pelada. Y sigue con la mentira.
Como si a mí me importara.
La Misha y el Toy deben tener hambre: están insoportables. Hoy le voy a cocinar hígado. Pensar que no me alcanza para mí. Si murieran me ahorraría un montón. ¿Y si los tiro? No es mala idea . Gracias viejo, pero lo que me dejaste no me sirve de mucho. Trabajá, me dice mi hermana mayor. De qué, le pregunto.
Ella lo ve fácil, total, la banca el marido. Ojalá que no se le ocurra venir a visitarme, no la soporto y a la otra menos.
Además hay que atenderlas: café, galletitas; migas acá y alla.
Tengo ganas de ver a mis sobrinos. No a todos, solo a Pepito y Norita. Pero, ya se. Tía, Toy, tiene garrapatas, la gata tienen pulgas, dicen. Y revisan libros, cassettes, se suben a la cama. Voy a llamar para decirles que un día de estos nos juntamos todos. Espero que la menor no chupe. Es lo que hablamos con la mayor: la culpa de sus borracheras la tiene el marido. Hace mucho que él, no quiere tener relaciones con élla; seguro que anda con otra mina. A mi no me importa; con tal que no se armen esas terribles peleas. Si empiezan a joder, yo me borro. De pensarlo nomás me altero. Tengo que salvaguardarme. Me parece que empecé con la taquicardia, me mareo y, se me están por acabar las píldoras.
Obserbo el piso al notar el acercamiento de la gorda del almacen: es fea, charlatana, mitómana. Es una cuestión de piel.
Rechazo a los sinvergüenzas; no se si ella lo es, pero por las dudas: distancia. ¡Que suerte, pasó de largo!
Hace dos días que tengo la ropa en jabón en polvo, ya debe haber tomado olor. Pensar que si estuviera Rafael, tendría que preparale la comida, planchar. Ahora manejo mi tiempo como quiero. Hizo un gran favor a muchos al suicidarse; no se adaptaba con nada, ni con nadie. En el único lugar que duró fue en el Ferrocarril, pero lo encanaron por escribir poesiás. Y yo dale ir y venir a La Plata, sin un mango, sin trabajo; sobreviví gracias a mi hermana menor, hasta compró la cama para que pudiera dormir más cómoda en su casa. Y el marido en contra. Te quiero hermanita, aunque no te banque las curdas. Yo te aconsejo, pero más no puedo hacer. Vos me cagás a pedos por la comida y las pastillas y yo por el Whisky. Bah, si lo pienso bien, en realidad nadie nunca me ayudó, siempre decíamos con Rafael: nos dejan solos.
El padre le encontró trabajo varias veces cuando salió libre y cuando vendió la casa le dió casi todo. Pasa que a Rafael no lo entendían: era poeta. Un grande. Vivía por y para la poesía. Todo el santo día en la máquina de escribir; se editaba y editaba a otros, a pulmón. Quizás si en una sociedad donde los artistas recibieran un sueldo como cualquier trabajador, él, no se hubiera matado. Tampoco lo hubiera hecho si esa noche yo le cerrara la puerta. -Lilita, te pido perdón- gritaba. Dios, estaba cansada de sus borracheras, insultos, golpes. Me tenía que esconder en la terraza; y en el invierno:terrible. Una vez estuve a punto de clavarle un cuchillo en el cuello mientras dormía. Me acuerdo de las ganas que tenía de clavárselo. -No existe nadie mas que vos, Lili, con ella no va más- repetía y repetía . Reventé: encima de cornuda, estúpida. Y le decía: no vuelvas por acá, porque te hago meter preso. Vos sabés lo que es eso.
Hasta como lo hicieron supe; ni siquiera tuvo la delicadeza de guardar esos relatos y poesías dedicadas a ella. Fuiste un hijo de puta, Rafael. Pero que bien hacíamos el amor. Después, salvo con el hombre que me arregló la cañería, no hubo nadie. A veces oigo tu voz llamándome detrás de la ventana. Uy, no quiero pensar más. Recuerdo cuando me dijo "negra barata, parecés una cerda oscura". Por eso, agradezco a mi familia que me ayudó a tomar la decisión, de lo contrario: no, no, no.
Mis manos tienen pequeñas estrías en la muñecas. La edad de las personas hablan en las manos. Ellas no mienten, si uno las observa detenidamente. Mi madrastra lucía hermosas manos y arrugas en la cara y en el alma. Por su culpa me peleaba con mi viejo; pobre. Una vez le dije que en lugar de mi madre tendría que haberse muerto él. Se le llenaban los ojos de lágrimas cuando yo me enojaba.
Ahi viene Evelina. Desde hace un tiempo no me saluda, ni viene a verme. Mejor, siempre llena de problemas: que la nuera no le deja ver al nietito, que el marido anda muy nervioso. La verdad, no me importa nada. ¿ Pero si me enfermo? Y bueno la llamo en ese caso.
Tengo la ropa en jabón, la suciedad en la cocina, el perro y la gata que me esperan. Y, yo me voy a acostar a mirar una película, con un sandwich y una cerveza. Bueno, ya se, leo el libro sobre salud mental que me prestó mi hermana menor.
- Ajoo. Ajooooo. Y dale con el ajo.
Las mismas palabras, la misma vereda, a la misma hora.-
Los vaqueros más raidos y flojos, un poco más desteñida la remera; más encorvado, más arrugas, el andar más lento, pero igual, todo sigue igual. Apoyo mis manos sobre los pies que descansan en el escalón de la puerta de mi casa. En realidad la casa de mis hermanas, aunque ellas tienen la suya propia. Yo nunca me casé. Viví catorce años con Rafael: bohemio, borracho, me pegaba, pero lo amaba.
Por él me enojé con mi familia. La verdad es que no es mi verdadera familia. Me adoptaron. Me enteré cuando se mató Rafael haciendo trámites en el registro civil, saltó mi partida de nacimiento con el nombre de mi verdadera madre.
Aunque no me afectó para nada. Ellos me criaron con mimos, vacaciones, con la mejor ropa. Aprendí piano, baile español y clásico. Me recibí de profesora de historia, pero nunca pude enseñar. La mala suerte fue que mamá murió cuando cumplí 14 y después papá se volvió a casar con esa mujer que, no era mala, buena tampoco y no paso mucho...
mi viejo también me dejó.
Pensar que, desde siempre me siento, miro los paraísos, algunos muy viejos, los álamos altísimos. Cuando chica pensaba que sus Ramas más altas traspasaban las nubes, para meterse en el cielo, imaginándome que yo, sentada en las puntas vería un mundo más arriba que este, lleno de rascacielos, plazas con chicos que volaban de árbol en árbol, rodeados de flores de todos los colores. Después me entristecía por la imposibilidad de subirme a la rama y no poder ver esa maravilla. Me pasaba tardes enteras, mientras los chicos jugaban a la mancha, al vigiladrón, a la rayuela, siguiendo embelezada al itinerario de hormigas labradoras, cuidando que nadie las pisara, o me distraía el canto de un pájaro. Cuantas veces lagrimié con el rojovioleta del poniente, observando el bajar lento de la noche que se adueñaba del horizonte. Ahora sé del porqué de esa tristeza: significaba la muerte del día, nunca más otro igual.
Mientras pienso en ir a calentar el agua para el mate, pasa don Froilán con su bolsita de pan y la gorra negra. Se cruza con la Pelada. Seguro que rezongan por la jubilación y los remedios, el médico y los problemas del PAMI. Algo cambió, antes la gente hablaba del tiempo, ahora...bueno no se de que hablan. Todo esta tan mal. Me acuerdo que toda la vida, la Pelada me contó que le quemaron el pelo con una permanente. Pero la verdad -según dicen- nació pelada. Y sigue con la mentira.
Como si a mí me importara.
La Misha y el Toy deben tener hambre: están insoportables. Hoy le voy a cocinar hígado. Pensar que no me alcanza para mí. Si murieran me ahorraría un montón. ¿Y si los tiro? No es mala idea . Gracias viejo, pero lo que me dejaste no me sirve de mucho. Trabajá, me dice mi hermana mayor. De qué, le pregunto.
Ella lo ve fácil, total, la banca el marido. Ojalá que no se le ocurra venir a visitarme, no la soporto y a la otra menos.
Además hay que atenderlas: café, galletitas; migas acá y alla.
Tengo ganas de ver a mis sobrinos. No a todos, solo a Pepito y Norita. Pero, ya se. Tía, Toy, tiene garrapatas, la gata tienen pulgas, dicen. Y revisan libros, cassettes, se suben a la cama. Voy a llamar para decirles que un día de estos nos juntamos todos. Espero que la menor no chupe. Es lo que hablamos con la mayor: la culpa de sus borracheras la tiene el marido. Hace mucho que él, no quiere tener relaciones con élla; seguro que anda con otra mina. A mi no me importa; con tal que no se armen esas terribles peleas. Si empiezan a joder, yo me borro. De pensarlo nomás me altero. Tengo que salvaguardarme. Me parece que empecé con la taquicardia, me mareo y, se me están por acabar las píldoras.
Obserbo el piso al notar el acercamiento de la gorda del almacen: es fea, charlatana, mitómana. Es una cuestión de piel.
Rechazo a los sinvergüenzas; no se si ella lo es, pero por las dudas: distancia. ¡Que suerte, pasó de largo!
Hace dos días que tengo la ropa en jabón en polvo, ya debe haber tomado olor. Pensar que si estuviera Rafael, tendría que preparale la comida, planchar. Ahora manejo mi tiempo como quiero. Hizo un gran favor a muchos al suicidarse; no se adaptaba con nada, ni con nadie. En el único lugar que duró fue en el Ferrocarril, pero lo encanaron por escribir poesiás. Y yo dale ir y venir a La Plata, sin un mango, sin trabajo; sobreviví gracias a mi hermana menor, hasta compró la cama para que pudiera dormir más cómoda en su casa. Y el marido en contra. Te quiero hermanita, aunque no te banque las curdas. Yo te aconsejo, pero más no puedo hacer. Vos me cagás a pedos por la comida y las pastillas y yo por el Whisky. Bah, si lo pienso bien, en realidad nadie nunca me ayudó, siempre decíamos con Rafael: nos dejan solos.
El padre le encontró trabajo varias veces cuando salió libre y cuando vendió la casa le dió casi todo. Pasa que a Rafael no lo entendían: era poeta. Un grande. Vivía por y para la poesía. Todo el santo día en la máquina de escribir; se editaba y editaba a otros, a pulmón. Quizás si en una sociedad donde los artistas recibieran un sueldo como cualquier trabajador, él, no se hubiera matado. Tampoco lo hubiera hecho si esa noche yo le cerrara la puerta. -Lilita, te pido perdón- gritaba. Dios, estaba cansada de sus borracheras, insultos, golpes. Me tenía que esconder en la terraza; y en el invierno:terrible. Una vez estuve a punto de clavarle un cuchillo en el cuello mientras dormía. Me acuerdo de las ganas que tenía de clavárselo. -No existe nadie mas que vos, Lili, con ella no va más- repetía y repetía . Reventé: encima de cornuda, estúpida. Y le decía: no vuelvas por acá, porque te hago meter preso. Vos sabés lo que es eso.
Hasta como lo hicieron supe; ni siquiera tuvo la delicadeza de guardar esos relatos y poesías dedicadas a ella. Fuiste un hijo de puta, Rafael. Pero que bien hacíamos el amor. Después, salvo con el hombre que me arregló la cañería, no hubo nadie. A veces oigo tu voz llamándome detrás de la ventana. Uy, no quiero pensar más. Recuerdo cuando me dijo "negra barata, parecés una cerda oscura". Por eso, agradezco a mi familia que me ayudó a tomar la decisión, de lo contrario: no, no, no.
Mis manos tienen pequeñas estrías en la muñecas. La edad de las personas hablan en las manos. Ellas no mienten, si uno las observa detenidamente. Mi madrastra lucía hermosas manos y arrugas en la cara y en el alma. Por su culpa me peleaba con mi viejo; pobre. Una vez le dije que en lugar de mi madre tendría que haberse muerto él. Se le llenaban los ojos de lágrimas cuando yo me enojaba.
Ahi viene Evelina. Desde hace un tiempo no me saluda, ni viene a verme. Mejor, siempre llena de problemas: que la nuera no le deja ver al nietito, que el marido anda muy nervioso. La verdad, no me importa nada. ¿ Pero si me enfermo? Y bueno la llamo en ese caso.
Tengo la ropa en jabón, la suciedad en la cocina, el perro y la gata que me esperan. Y, yo me voy a acostar a mirar una película, con un sandwich y una cerveza. Bueno, ya se, leo el libro sobre salud mental que me prestó mi hermana menor.
- Ajoo. Ajooooo. Y dale con el ajo.
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